Como
tengo la clavícula rota y no puedo arrimar el hombro todo lo que
desearía para satisfacer las veleidades esclavistas de nuestro gobierno,
pues me he puesto a pensar. Y conste, queridos trolls, que no
es este ejercicio estival que yo aconseje a nuestros jóvenes, sino que
me veo impelido a él por mis sobrecogimientos óseos. Lo de pensar, en
España, te cierra todas las puertas y te abre demasiadas fronteras.
Lo cual que he llegado a la conclusión de que pensar consiste en
asociar dos ideas vagamente irreconciliables, dotarlas de una incógnita
común y resolver dicha incógnita. La primera idea me vino desde el Fondo
Monetario Internacional o FMI, que nos acaba de recordar a los
españoles que tendremos que reducirnos los sueldos un 10% si deseamos
que nuestros amados empresarios esclavistas vuelvan a ser competitivos.
La segunda idea, más que idea, es un alegrón esperanzador para todos los
mileuristas y los seis millones de parados: Baldomero Falcones se acaba de embolsar 7,5 millones de euros de indemnización por sus cinco años como presidente de FCC, la constructora de Esther Koplowitz.
Pues así a lo tonto, conjugando estas dos ideas tan impares, se me ha
ocurrido que para luchar contra la crisis hay mejores soluciones que
rebajar los sueldos y el salario mínimo interprofesional. Si nuestros
adorados gobernantes y nuestros eximios próceres del FMI establecieran
un sueldo máximo interprofesional que limitara las ganancias de los
directivos en empresas rescatadas o que contraten con la administración,
se podría emitir en horario infantil la noticia de sus sobresueldos,
sinecuras, indemnizaciones, latrocinios legales y etcétera.
Pondré un ejemplo de calculadora, ya que de inspiración ando falto.
Si a este tal Falcones (etimología: halcón, ave predadora) le hubieran
dado solo 500.000 pavetes por sus cinco años de trabajo, quedarían siete
millones de euros con los que se podría congelar el sueldo, y no
reducirlo el 10%, a 70.000 trabajadores honrados y mileuristas durante
un año. Y estamos hablando solo de la indemnización del tal Falcones. No
del sueldo que haya recibido en estos cinco años. Y es que no puedo
decir aquí su sueldo porque el dire me manda publicar esta columna,
también, en horario infantil.
Parece
mentira en tan pocos años, pero con esto de la crisis la clase
trabajadora de hoy lucha y muere porque le congelen el sueldo, cosa que
antes era un anatema en la biblia de los derechos laborales. Cuando yo
era joven e indocumentado, si te congelaban el sueldo montabas una
huelga general. Ahora, si te lo congelan y no te lo bajan, vuelves a
votar a Mariano Rajoy a ciegas y a darle un beso de tornillo a Christine Lagarde postrado de rodillas, con todo el cunilingüismo que dicha genuflexión sugiere.
El salario Máximo Interprofesional ni siquiera necesita que le
cambiemos las siglas. Se llamaría SMI, como el mínimo. Parece asunto
baladí, pues el ciudadano de a rodilla no comprende que se ahorra,
manteniendo las siglas, el sueldo millonario que habría que
desembolsarle a un comité de expertos designado por el gobierno para
buscar las nuevas siglas. Salario Máximo Interprofesional no es sintagma
del que se pueda elucidar fácil acrónimo o sigla, y para elucidarlo las
arcas públicas habrían de sufragar los gastos millonarios de un comité
de expertos de no menor rango intelectual que, por ejemplo, cualquier
sobrino cura de Mayor Oreja; una tía abuela de Ana Botella, benefactora de Legionarios de Cristo; el inevitable nieto de cualquier gran amigo de Felipe González; un hijo de Ruiz Mateos;
y dos ex alcaldes de Marbella. Estos expertos de tan elegante
currículum no resultan baratos. Y en España jamás elegimos a necios
baratos para onerosos cargos de libre designación, como toda Europa
sabe. A los necios los elegimos carísimos.
Ya solo con lo que ahorramos manteniendo la misma sigla para el viejo
Salario Mínimo Interprofesional y el nuevo y flamante Salario Máximo
Interprofesional, doy esta reforma laboral por bien encaminada.
Aparte del citado ahorro, quizá este nuevo SMI nos sirviera para
comprender que el trabajo de ningún hombre, por inteligente o forzudo
que sea, debería deduplicar, y digo poco, el salario de cualquier otro
hombre. Ya sé que la idea no suena ni cool ni neoliberal, que
vienen a ser lo mismo. Pero si un gobierno está legitimado para
desregular y rebajar nuestros salarios mínimos, nuestras pensiones y
nuestros derechos, quizá también podría regular un poco los techos
salariales de nuestra oligarquía. No sería injerencia en el desarrollo
de empresas privadas. Bastaría con regular los salarios máximos en las
grandes empresas que quieran contratar con las administraciones
públicas, que aun son nuestras, de los esclavos. Ya sé que son
tonterías, pero es que me apetecía escribir una columna intrascendente,
inane y estival. Y me ha salido esto.
Concha, qué buenos artículos todo un descubrimiento!
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