El deseo de los catalanes de pronunciarse sobre su
futuro, ámpliamente refrendado por las urnas en las pasadas elecciones,
no es un problema interno español, es un problema de ámbito europeo.
Así lo perciben las diferentes cancillerías europeas y Bruselas, a
pesar de la prudencia propia de la diplomacia que ha evitado hasta la
fecha hacer declaraciones referentes al problema catalán. Pero esa
indulgencia se está acabando, y así lo demostró el pasado martes el
primer ministro británico en unas declaraciones en las que recomendaba
directamente a Rajoy la vía escocesa, la del referéndum, para
solucionar el problema catalán. En un encuentro internacional, Cameron
dijo que no era bueno ignorar la ilusión de un pueblo y de un gobierno
para decidir su futuro, hay que dejar decidir, refiriéndose
directamente al primer ministro de España. García-Margallo, el ministro
más proclive del gobierno a dialogar con Catalunya, salió al paso de
las declaraciones de Cameron aludiendo a las diferencia constitucionales
entre la Gran Bretaña y España, haciendo referencia a la consabida
unidad indivisible de la patria, pero dejando al final un espacio para
el diálogo, para la solución del problema. Un diálogo que hasta la fecha
no ha existido. El gobierno español, en este tema y en muchos otros,
mira hacia otra parte, con la vana esperanza de que la voluntad
mayoritaria de soberanía de los catalanes desaparezca espontáneamente.
Los países europeos, en su mayoría, no están entusiasmados con la
idea de la aparición de nuevos estados en su seno, pero a pesar de esa
realidad aun les entusiasma menos enfrentarse a una fuerte crisis
interna en España que precipitara una ruptura unilateral o a una
anulación del autogobierno. La vía democrática, la consulta, abre el
camino a una solución pactada, incluso a la secesión, pero de una forma
civilizada y ordenada. Europa quiere orden y la vía democrática, la de
la consulta, es la única que lo garantiza. Cameron así lo entiende, y
por eso pactó con Álex Salmond la celebración de un referéndum de
independencia para el 2014. El referéndum escocés, por mucho que el
gobierno español se empeñe en negarlo, es el camino que marca la
racionalidad y la tolerancia para resolver un problema como el catalán y
Europa apuesta claramente por esa solución. El referéndum escocés del
próximo año es una prueba de la madurez democrática de la Gran Bretaña y
de la inmadurez de España, si el gobierno del PP y la oposición del
PSOE no corrigen su actual postura.
Se imaginan qué impresión causaría en todo el mundo ver la fotografía
de los escoceses decidiendo su futuro al lado de otra fotografía de la
policía española clausurando los colegios electorales en Catalunya?
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