Si no decimos
escrache desaparecen los desahucios,
han debido pensar en el Ministerio del
Interior,
con alta densidad de incompetentes y meapilas.
José María Calleja para eldiario.es
Ausente, tendrá ya para este viernes
otro paquete de medidas para seguir avanzando hacia el abismo y que a nadie más
le echaran de su casa.
Si
se pueden prohibir las palabras, ¿no se puede también acabar con la realidad
que describen?
Ha ordenado el Ministerio del Interior
prohibir la palabra escrache. Los policías no podrán decir ni escribir escrache
a partir de ahora cuando se encuentren con un grupo de ciudadanos que protestan
por los desahucios delante de los políticos que no los impiden. No sé si
también habrán prohibido a los policías pensar la palabra escrache, pues sabido
es que también se puede pecar por pensamiento, palabra, obra u omisión.
Si
no decimos escrache desaparecen los desahucios, han debido pensar en ese
ínclito ministerio, con alta densidad de incompetentes y meapilas.
Si
no decimos escrache y si decimos acoso, tendremos a los policías inmersos en la
neolengua que ha inventado el PP y a los ciudadanos empitonados por los tipos
penales, antes que representados por los inéditos movimientos de protesta.
Escrache
ha surgido al tiempo que la imagen, que la realidad de la protesta contra los
desahucios, y sirve para describirla, para recrearla y difundirla. El análisis
de esa palabra deberá servir en el futuro para saber y explicar lo que pasó
hoy. Escrache, una palabra nueva, que renueva un vocabulario de palabras
manidas, de esas pocas palabras que sirven para crear múltiples frases, también
manidas, desgastadas y sobadas por el uso.
El
caso es que el Ministerio del interior, incapaz de tapar la evidencia de las
protestas contra los desahucios, piensa que clausura esa realidad suprimiendo
el uso de la palabra que las describe.
Me
imagino que los policías, cuando escriban el atestado sobre un escrache, dirán
“acoso” y eso contentará a sus jefes. No sé si la orden de Interior impide
también a los policías comentar a la familia cuando lleguen a casa: “Vengo de
parar un escrache”.
En
tiempos de Franco estaba prohibida la palabra democracia, también libertad y ni
te digo partidos políticos, comunista, marxista, judío o masón. La constelación
de palabras más prohibidas era repetida mil veces por el dictador: conspiración
judeomasónica, en alianza con el comunismo internacional “que si a nosotros nos
honra, a ellos les envilece”, apellidaba el dictador con tonito mil veces
repetido. Internacional también tenía muy poco aprecio por el dictador, al que
las francesas le parecían unas casquivanas y la política un albañal en el que
no había que meterse.
Me imagino que una vez
prohibida la palabra escrache se acabarán los desahucios que provocaron el
hallazgo de esta palabra, que el Gobierno de Mariano I, el Ausente, tendrá ya para este viernes otro paquete de medidas para seguir avanzando hacia el abismo y que a nadie más le echaran de su casa.
Si se pueden prohibir las palabras, ¿no se puede también acabar con la realidad que describen?
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