dilluns, 30 de setembre del 2019

PSOE y bien atado, CRISTINA FALLARÁS per Público 24/09/2019

UNO: Los miles de socialistas asesinados por los franquistas siguen en las innumerables fosas comunes que mantienen España como un hediondo gruyere. DOS: En las últimas cuatro décadas de democracia, el PSOE ha gobernado durante 22 años. Y TRES: Los criminales del franquismo y de la Transición siguen en la calle, condecorados, y en puestos de relevancia en la Administración pública colocados ahí, entre otros, por los distintos gobiernos socialistas.

Aquí podría terminar este artículo, más allá de fallos del Supremo. A estas alturas… 

En esas tres frases están retratados la España actual como hija y heredera de una larga y sangrienta dictadura, y el PSOE actual como garante de que así siga siendo.
Atado y bien atado.
Cuarenta años después.
Socialistas en las fosas. Y las fosas sin abrir.
Y una pregunta que no puedo quitarme de la cabeza cada vez que hablo con alguna persona perteneciente al PSOE o simpatizante: ¿Por qué sigues permitiendo, seguís permitiendo, que vuestros asesinados y asesinadas, hombres y mujeres que se jugaron la vida por la libertad y la democracia, sigan sin sepultura, en cunetas como perros reventados de un mal tiro, mientras continuáis pagando, y obligándonos a pagar, las honras del asesino? Siempre quedo a la espera de una triste respuesta que no llega, solo pido una única razón, una, aunque sea dura y pequeña como el hueso chupado de una oliva.
Si no tienen razones ni memoria para los suyos, qué decir del resto. 140 años de Partido Socialista, responden. Oh.
Todo lo que puede manar de ahí no es más que el retrato de una infamia, la perpetrada por el Partido Socialista Obrero Español durante los 40 años que llevamos de democracia.
La infamia del PSOE que ha permitido que los criminales franquistas queden sin juzgar; y no sólo eso, sino que hayan sido premiados con condecoraciones, plazas en la Administración pública y sus alrededores, y remuneraciones a cargo del erario. Pienso en Antonio González Pacheco, Billy El Niño, brutal torturador a quien ni el reciente ministro de Interior socialista Fernando Grande-Marlaska ha sido capaz de retirar las medallas que lo ensalzan y multiplican su pensión. O en Martín Villa, que ha recorrido cargo en todas las instancias de la Administración e incluso del Grupo Prisa. Pienso también en cómo encontramos normal que Manuel Fraga, preboste de la dictadura, cómplice del crimen, fundara y presidiera un partido de gobierno, el PP, nido de franquistas, y encabezara durante década y media el Gobierno gallego. O, sin ir más lejos, con qué soltura admitimos como “gran estratega de la Transición” y gran presidente, aeropuerto incluido, a uno de los delfines más afilados de la dictadura franquista, Adolfo Suárez.
La infamia del PSOE que ha negado cualquier ayuda a los familiares de los cientos de miles de represaliados y asesinados del franquismo; que ha rechazado de plano aplicar el principio de Verdad, Justicia y Reparación a aquellos que se jugaron la vida por cimentar la izquierda y la lucha por la democracia de la que ahora, sin sonrojo, se declara heredero el PSOE. Pienso en la recién fallecida Asunción Mendieta. En cómo no cejó hasta dar con los huesos de su padre en una fosa común de Guadalajara, en lo que nada quiso tener que ver ningún Gobierno español. Fue posible gracias al trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, a los fondos del Sindicato de Electricistas Noruego, al trabajo voluntario de antropólogos forenses españoles, argentinos y británicos… Recuerdo cómo el jefe del grupo británico me dijo “En España ustedes andan sobre cadáveres”. Pienso en cómo Patrimonio Nacional, en este gobiernito de Pedro Sánchez, acaba de volver a retrasar la exhumación de los hermanos Lapeña en el Valle de los Caídos sin razones creíbles que esgrimir, pese a la sentencia judicial favorable.
La infamia del PSOE que ha rechazado las peticiones internacionales para que asesinatos, torturas, juicios sumarísimos y demás crímenes de lesa humanidad sean juzgados, amparándose de forma torticera en la Ley de Amnistía del 77, una ley de punto final encubierta para dejar libres a los criminales de la dictadura. Todavía recuerdo con dolor en el martes 20 de marzo de 2018, ¡hace solo año y medio!. Izquierda Unida acababa de plantear la derogación de dicha Ley. El PSOE se opuso, alegando, en palabras de Adriana Lastra, que crearía “inseguridad política”. El socialista Gregorio Cámara fue a más afirmando que se trataba de “uno de los pilares del pacto de la Transición”. Nada nuevo. Ya el 20 de diciembre de 2016 Podemos había presentado una proposición no de Ley para modificar la Ley de Amnistía y que pudieran juzgarse, como dicta el derecho internacional, los casos de torturas, desapariciones forzosas y crímenes de genocidio o lesa humanidad. De hecho, la ONU ya había instado al Gobierno español a hacerlo. Pues bien, tres partidos se opusieron a dicha modificación que habría permitido juzgar por fin los crímenes franquistas: PP, Ciudadanos y, oh, sorpresa, el PSOE.
La infamia de pactar, negociar y participar en todas las grandes empresas procedentes del franquismo, dinero de sangre, tales como Gas Natural, OHL, ACS, Acciona o Iberdrola, e incluso participar en sus consejos de Administración. Así como permitir que funcionen como corruptoras de todas las basuras que llevan años pudriendo a los partidos políticos, sin recibir condena alguna. Ver a los capitostes del PSOE, ex presidente, ex ministros y ministras, chupando de esa teta de la que manan el sudor y la tierra que quedaron entre las uñas de los esclavos republicanos.
La infamia, en fin, de fingir que una democracia puede crecer y considerarse como tal sin haber castigado a la dictadura de la que proceden sus instituciones, incluida la Corona, su jefatura de Estado, impuesta directamente por el dictador, y por lo tanto, aunque solo fuera por eso, sima de corrupción. De seguir engordando a la Iglesia católica y mantener intacto el tratado con la Santa Sede, que desvía más de 11.000 millones de euros de dinero público cada año a sus arcas; de no revertir el regalo a sus buitres de catedrales, iglesias, ermitas, conventos, joyas culturales de incalculable valors que eran públicos.
Se podría hablar de los desahucios, de la Ley Mordaza, de la Reforma Laboral, la incompleta Ley de Violencia de Género, las concertinas en la frontera, de los 12 millones de pobres que habitan en España según la OCDE, de los cuales más de dos millones y medio son niños. Se podría hablar de muchas cosas, pero todas nacen de un mismo tubérculo agusanado: un país en el que el partido llamado “socialista” pactó con la dictadura, pactó con los criminales, pactó con el capital de sangre esclava, pactó no tocar nada de eso. Ese partido “socialista”, el único que podía hacerlo, decidió no optar por la decencia, por la justicia y por la verdad. Y con esa opción nos condenó al lugar en el que nos encontramos, donde todo es mentira. Mentira sembrada de fosas cuajadas de huesos que permiten y perpetúan escudándose tras la exhumación del dictador.
Todo lo anterior habría resultado imposible sin el papel activo de los medios de comunicación.
Este domingo 22 de septiembre, la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, declaraba en una entrevista al diario El País: “Yo confío mucho en la madurez y en el olfato que tiene la inmensa mayoría de este país. Salimos de una manera tan brillante de una dictadura a la democracia sin un solo roce de violencia, salvo ETA”. Inmediatamente, muchas personas con memoria le recordaron en las redes sociales los más de 600 muertos de la “modélica” Transición, no pocos de ellos asesinados por lo que podríamos llamar “poderes del Estado”. Lo primero que una se pregunta al leer dicha afirmación es: ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a decir que salimos “de manera tan brillante de una dictadura” cuando aún pagamos el sueldo del jefe de Estado, rey para más inri, que colocó el dictador? ¿Cómo se atreve a olvidar las matanzas y las torturas llevadas a cabo desde estamentos institucionales y policiales? ¿Cómo se atreve sencillamente a decir “salimos”?
Se atreve por todo lo anteriormente expuesto.
No sé si da más miedo la frialdad de todos ellos o la evidencia de que los suyos decidieron hace tiempo no abrir los ojos.




diumenge, 25 d’agost del 2019

Caixa o faixa sense moure's de lloc per Jordi Barbeta - El Nacional. cat

La reivindicació catalana de l’autogovern sorgeix un segle i mig després del Decret de Nova Planta i motivada per la decadència castellana i la desconfiança dels catalans amb un Estat hostil.
A banda de la derrota militar i la repressió, els catalans han tingut prou motius per desconfiar d’un Estat tan desconfiat que ni feia ni deixava fer. L’Estat espanyol mai no ha considerat com a pròpia la cultura i la llengua catalanes, però tampoc ha estat sensible a les necessitats materials de les elits socials més ben predisposades amb l’espanyolitat. Quan els industrials catalans necessitaven proteccionisme, les elits castellanes jugaven a la contra i quan s’han obert els mercats i el que calia era promoure el comerç les importacions i les exportacions, l’administració espanyola ha esdevingut un obstacle burocràtic en comptes d’un promotor. L’exemple paradigmàtic són les infraestructures lligades al progrés econòmic: carreteres, vies ferroviàries, ports, aeroports...
L’Estat ha frenat les possibilitats de Catalunya de progressar adequadament per la por a que el progrés tingués un efecte centrífug, per por que Catalunya s’escapés. Ara mateix, per exemple, només una enorme inseguretat pot explicar la por estatal al corredor mediterrani.
Tanmateix, aquesta rèmora de l’Estat ha tingut efectes sinèrgics. Davant d’un Estat recalcitrant, la societat catalana sempre ha procurat autoorganitzar-se i espavilar-se pel seu compte. Les principals infraestructures van sorgir de la iniciativa privada, del cooperativisme i de l’associacionisme. Això val pel tren de Mataró i per l’Orfeó Català, però també per les mútues de salut, les escoles autogestionades i una xarxa immensa d’entitats, gremis i associacions civils. És important tenir en compte aquesta actitud de disposició a treure profit en qualsevol situació, ara que ens trobem en un bloqueig exasperant precisament perquè la desconfiança mútua ha crescut fins a l’extrem.
L’Estat nega el pa i la sal a Catalunya i, a més, se sent ara més legitimat que mai per fer-ho. S’han publicat dades oficials segons les quals l’Estat no inverteix el que li correspon i a més n’executa només el 66%. Això en època de Pujol hagués generat un cert debat i el govern de l’Estat hagués hagut de donar una explicació i segurament hagués anunciat alguna mesura suposadament conciliadora que, si més no, hauria servit perquè el 126è president s’apuntés el tanto. Ara no ha passat res d’això. Uns tuits del vicepresident Aragonés i poca cosa més.
Efectivament l’autonomia ha involucionat fins a esdevenir encara més insuficient per resoldre els problemes, però la Generalitat segueix sent l’administració principal del país i els pressupostos de la institució encara són necessaris per atendre les necessitats moltíssima gent. Que li preguntin si no a la Francina Alsina, la presidenta de la Taula d’Entitats del Tercer Sector, que aplega 3.000 entitats socials que treballen majoritàriament per a col·lectius vulnerables i que en bona part depenen del pressupost.
Els pressupostos de la Generalitat es van prorrogant des del 2017, la qual cosa complica la vida quotidiana de molts col·lectius i moltes persones que no poden esperar. Però la cosa no s’acaba aquí, perquè les partides són sempre insuficients i el pressupost de la Generalitat està en bona part determinat per un sistema de finançament autonòmic que discrimina Catalunya i, vet aquí, també el País Valencià i les Balears. Ara resulta que els socialistes valencians i balears han arrencat a Pedro Sánchez el compromís de renegociar el finançament autonòmic. I què ha de fer el Govern de Catalunya que vol la independència, asseure’s a negociar per enèsima vegada el finançament autonòmic? Mal si ho fa, però mal també si no ho fa, perquè la Generalitat pot sortir molt perjudicada i ara ja sense dret a rèplica, perquè a la taula d’en Bernat qui no hi és no hi és comptat.
Quan li pregunten al president Torra sobre el problema de les universitats catalanes o pel corredor mediterrani sol recordar el dèficit fiscal i planteja la independència com la solució definitiva. I és molt possible que tingui raó, però fa massa temps que estem instal·lats en el caixa o faixa sense moure'ns de lloc. Així que o ho rebentem tot, o seguint la tradició, mentre la independència no arriba, els catalans hauran d’espavilar-se pel seu compte, cercar la sinergia i treure'n el profit que és pugui. I el raonament ens porta a la quadratura del cercle. Fer servir l’ autonomisme potser resulti ara molt humiliant i distregui del camí cap independència però si no es fa servir, alguna gent, potser la més impacient o la que més ho necessiti, arribarà a reclamar que vinguin uns altres amb menys escrúpols o amb plantejaments ideològics diferents que estiguin disposats a fer-ho

dijous, 22 d’agost del 2019

Ens governen líders immorals per Jordi Barbeta - El Nacional.cat

La Unió Europea va nàixer inspirant-se en “l'herència cultural, religiosa i humanista d'Europa, a partir de la qual s'han desenvolupat els valors universals dels drets inviolables i inalienables de la persona, així com la llibertat, la democràcia, la igualtat i l'estat de dret”. El drama que es viu (i es mor) al Mediterrani i que ha posat al descobert l'ONG catalana Proactiva Open Arms és la prova més evident de la decadència moral que afecta el Vell Continent i bona part del planeta. Semblarà una nostàlgia absurda, però la guerra freda, amb totes les seves misèries, almenys teòricament, plantejava un conflicte de valors prioritaris: uns, la llibertat; els altres, la igualtat. Ja sabem que ni Kissinger tenia cap interès per la llibertat dels xilens, ni Breznev va fer gaire perquè els camperols russos no passessin gana, però del dilema entre llibertat i igualtat, a Europa en van sorgir una democràcia cristiana i una socialdemocràcia que procuraven combinar els dos valors. Europa va tenir des d’un bon principi líders morals com els anomenats pares fundadors, Konrad Adenauer, Jean Monnet, Robert Schuman, Alcide de Gasperi, Charles de Gaulle i Winston Churchill... I més endavant Willy Brandt, Aldo Moro, Olof Palme... Resulta francament difícil trobar líders morals homologables a l’Europa d’avui, mentre que Donald Trump i Vladimir Putin han creat una nova escola de líders globals orgullosos d’actuar sempre sense escrúpols morals i molt especialment contra els sectors més vulnerables i desvalguts. A Europa, com als Estats Units, la immigració massiva de persones procedents de països subdesenvolupats o en conflicte ha esdevingut un desafiament que les forces reaccionàries han utilitzat per treure profit polític. I resulta que les forces suposadament progressistes, espantades pel rèdit electoral que dona la xenofòbia, en comptes d’enfrontar-s'hi i presentar propostes i discursos alternatius, claudiquen i, tret d’algun gest propagandístic, acaben aplicant els criteris més restrictius. Durant la Guerra Freda, Europa tenia líders morals, des d’Adenauer a Palme. Ara, en canvi, Europa n’està orfe. Pels governants, els valors han esdevingut una nosa Certament, la magnitud del fenomen de tanta gent que fuig de casa seva perquè no té més alternativa per sobreviure, requereix una gestió regulada però solidària. Hi ha qui pretén distingir entre immigrants i refugiats, però hem arribat a un punt que fa gairebé impossible distingir entre els que fugen de la guerra, de la persecució o de la misèria. De fet, tots busquen refugi i els estats que se’n diuen democràtics han de respondre d’acord amb els “valors universals dels drets inviolables i inalienables de la persona”, tal com afirma de bon començament el tractat de la Unió Europea. Ara bé, una qüestió és què fer amb els que venen “de fora”. I “de fora”, que ja és un concepte prou subjectiu, arriben pertot arreu, també pels aeroports o travessant fronteres terrestres. Això és molt important, però no té res a veure amb la situació dels que són al mar a punt d’ofegar-se. Aquí no compta qui són ni d’on venen. Aquí el que s’escau és aplicar el deure de socors. És una qüestió estrictament humanitària de vida o mort. Tots els països tenen tipificat com a delicte l’omissió del deure de socors. L'article 195 del codi penal espanyol preveu que “qui no socorri una persona que es trobi desemparada i en perill manifest i greu, quan pot fer-ho sense risc propi ni de tercers, serà castigat amb la pena de multa de tres a dotze mesos”. El codi francès preveu penes de fins a 7 anys de presó. L’alemany, fins a 10. L’italià duplica la pena per no socórrer en cas de mort o lesions greus. No cal dir que si qualsevol creuer dels que travessen el Mediterrani tingués un accident que poses en perill la vida dels passatgers, immediatament es posaria en marxa una operació de salvament. El deure de socors és inherent a la solidaritat humana, la solidaritat humana és un valor universal i per tant no pot distingir entre unes persones i unes altres. Les conseqüència que pugui tenir el salvament, l’efecte crida, la promoció de les màfies..., tot és secundari, perquè l’únic fet irreversible és la mort. Quan els governants i líders polítics s'oposen a les tasques de rescat d'Open Arms, estan dient que és millor que els nàufrags de les pasteres s'ofeguin i que la seva mort dissuadeixi els seus compatriotes d'intentar-ho a continuació. Quan estats democràtics d’Europa es neguen a exercir el deure de socors o davant la tragèdia humanitària miren cap a una altra banda, quan els que intenten salvar vides se’n diuen significativament organitzacions no governamentals i han d’enfrontar-se als governs per exercir el deure de socors, podem arribar a la conclusió que ara per governar, pels governants, els valors han esdevingut una nosa. Dit d’una altre manera, ens governa mala gent.

dissabte, 26 de setembre del 2015

La deplorable història dels catalans per Albert Sánchez Piñol 12 SETEMBRE 2015

Acabo de fer cinquanta anys i en aquest mig segle no ha passat ni un any, ni un de sol, sense que el Govern espanyol no hagi emès una llei, o generat una política, en contra de la llengua i la cultura catalanes. Així, potser la pregunta correcta no és “per què hi ha tants catalans que no volen ser espanyols?”, sinó “per què Catalunya encara segueix dins d’Espanya?”.
Fins al segle XV les dues potències dominants de la península Ibèrica eren Castella i Catalunya. Dos països molt diferents, tant per raons geogràfiques com polítiques. A Castella, país interior i de secà, s’havia refermat el principi absolutista segons el qual “la paraula del rei és llei”. En canvi, a la Catalunya mediterrània els monarques mantenien unes relacions molt més complexes amb les institucions populars, com el Parlament o les Corts. Com diria un observador atònit, “per als catalans el rei només ho és in abstracto”, mentre que un altre explicaria que “les últimes Corts han deixat els catalans més repúblics que els anglesos”.
Al segle XV els dos països s’uneixen per casament reial. Però cal entendre-ho bé: no es fonen; les sobiranies respectives es mantenen intactes. Catalans i castellans es deuen al mateix monarca, però les atribucions d’aquest, almenys a Catalunya, continuen sent tan limitades com antigament. Amèrica esdevé una empresa purament castellana perquè, com que Catalunya és un regne a part, no té drets. No hi ha “conquistadors” catalans.
Coincidint amb la unió dinàstica —oh, paradoxa!— s’inicia l’autèntica rivalitat entre Castella i Catalunya. No pot ser de cap altra manera: es tracta de models polítics antipòdics. Els catalans no participen en l’empresa imperial castellana. Les lleis de Barcelona, per exemple, impedeixen que el rei recluti catalans per lluitar fora de Catalunya. Així, Castella sosté en solitari les guerres de Flandes, d’Amèrica. Els catalans són acusats d’insolidaris. Fins i tot el mateix Quevedo els tracta de “lepra de tots els reis”. Però hi ha alguna cosa més. Amb l’expulsió dels jueus el 1492 el regne necessita buscar un substitut de l’“enemic interior”. Sobre qui recaurà una càrrega tan pesada? L’imaginari col·lectiu espanyol que —avui dia!— es té dels catalans prové de llavors. El català com a criatura estalviadora, però reservada; laboriosa, però estranya. El català “fet a la seva”, potser perquè parla un altre idioma, i ho fa amb mala fe, perquè no entenguem el que planeja. Llest, o més aviat astut, però egoista.
El difícil equilibri entre els dos regnes acaba el 1700, amb l’esclat de la Guerra de Successió Espanyola. En realitat es tracta d’un conflicte a escala europea entre les dues potències del moment: França i Anglaterra. Els contendents busquen aliats; Castella s’alia amb França, Catalunya, amb Anglaterra. En els camps de batalla europeus es lluita pel predomini continental; a Espanya és una lluita a mort. Els catalans saben que si els seus enemics absolutistes vencen serà el final de les seves institucions. No és una guerra ètnica, sinó de projectes polítics, la qual cosa permetrà als individus creuar les línies: els dirigents catalans trien com a comandant militar de les seves tropes un castellà.
La guerra és ferotge. I el 1713, per interessos polítics, Anglaterra abandona Catalunya a la seva sort. Aïllada, Barcelona resisteix un any sencer de setge. Es rendeix el 1714, després d’un terrible assalt en el qual moren milers de civils i soldats. És un 11 de setembre: actualment el dia nacional de Catalunya, la Diada. Però si la lluita va ser ferotge, la repressió encara ho serà més. S’anul·len les institucions, es prohibeix la llengua, s’incendien dotzenes i dotzenes de localitats. Tres-cents anys després encara esglaia la correspondència dels oficials castellans: “Hauríem de penjar-los a tots” escriu un comandant a Madrid, “per desgràcia no podrà ser: ens falten forques”.
A partir del 1714, Espanya deixa de ser un estat confederal per convertir-se en el que encara és: un projecte de matriu estrictament castellana. I, tanmateix, cada vegada que s’ha proclamat una república, o ha mort un dictador, és a dir, a cada onada democràtica, Catalunya ha anat al capdavant de les ànsies de llibertat col·lectiva. Fins avui.
Avui una majoria de catalans comença a entendre que és impossible ser catalans dins d’Espanya. El poder polític espanyol és, simplement, massa inflexible, massa intolerant. La catalanitat es continua visualitzant com un element patogen, un tumor. Madrid ni tan sols ho oculta: “El nostre objectiu”, va proclamar recentment el seu ministre de cultura, “consisteix a espanyolitzar els nens catalans”.
Catalunya viu un procés de mobilització social extraordinari, inspirat en Mandela, en Ghandi. La seva demanda? Que la societat catalana pugui decidir lliurement el seu futur, una cosa que les lleis espanyoles impedeixen. No hi ha contraoferta: Espanya s’ha limitat a atemorir la societat catalana, a acusar els seus líders de “nazis” (per delirant que sembli, és així) i a brandir l’amenaça d’exclusió de la Unió Europea. Però si la UE ha fet tot el possible per mantenir en el seu si un estat llast i fallit com Grècia, per què hauria d’expulsar Catalunya, un país pròsper, ferotgement europeista, contribuent net i que acull tantes empreses europees? Quin mal ha fet Catalunya? Reivindicar el principi democràtic?

El 1714 Anglaterra es va sentir culpable d’haver abandonat els catalans a un destí tan atroç, i a Londres va aparèixer un manifest, The Deplorable History of the Catalans. Avui dia el que més tem Madrid és que un poder superior l’obligui a negociar amb els catalans. I això només ho aconseguirà una opinió pública europea informada. Si us plau, informeu-vos. El que està passant a Catalunya és magnífic. Una revolució cívica, una renovació democràtica. I escolteu totes les parts, no només els altaveus de Madrid. I, potser llavors, per fi, la història catalana deixarà de ser deplorable. I la d’Europa una mica més admirable.

dimecres, 9 de setembre del 2015

Ayer dejé de ser demócrata

por Arturo González (Puntadas sin hilo - Diario Público)


Y no volveré a serlo hasta que el Partido Popular abandone el poder. La fascistada parlamentaria con la que va a reformar las competencias del Tribunal Constitucional para castigar a Artur Mas impiden serlo. Se puede ser ácrata, libertario, revolucionario, abstencionista, independentista acérrimo, lo que sea menos demócrata en un sistema que permite tal atrocidad, amén de otras muchas. Esta llamada legalidad no sirve para sustentar una verdadera libertad. No se puede abusar hasta la náusea de una mayoría absoluta. El Partido Popular ha quebrado no solo la mínima congruencia exigible sino la convivencia entre los españoles. Se ha convertido en un partido simplemente repugnante y dañino para España, por muchos ciudadanos que lo apoyen. Es inconcebible y lastimoso que los demás partidos, con el PSOE a la cabeza, no hagan huelga de asistencia y voto, no abandonen definitivamente el Parlamento y acepten como corderitos o borregos la farsa de debate que se anuncia. La dejación de funciones de la que les acusarían es la de resignarse a ser meros comparsas. Tal vez sería la hora de romper la baraja y desenmascarar a esos sujetos tramposos que usan la democracia como dictadura y por tanto como fascismo. Estas normas y procedimientos no valen para defender los intereses de los ciudadanos y dan razón a quienes desde hace tiempo afirman que estos cuarenta años han sido una componenda. Con esta decisión del Gobierno, España sí que entra en recesión política y es necesario un rescate. Herencias, corrupciones, puertas giratorias, cementerios de elefantes, desigualdades, renovados caciquismos, leyes aniquiladoras de derechos, explotación de dignidades, manipulación informativa, todo palidece ante este crimen institucional. La democracia ha muerto. Esta democracia, claro. La Constitución sí que se convierte ahora en un papel inútil. Se hizo con un consenso más o menos acertado o forzado, hasta el famoso artículo 135 se cambió con acuerdo básico, y ahora llegan estos pollos, tras cuatro años de desmanes y abusos, y le asestan una puñalada trapera con la excusa de la rebeldía catalana. Esta ley será peor que los tanques. Son tanques disimulados que producen asco y repulsa. Yo no soy independentista, pero desde ayer los comprendo y les deseo éxito. El Presidente del Gobierno ha llegado al fondo de la abyección. Y usa los tanques de la legalidad de manera antidemocrática. Es una villanía más. ¡Malditos sean!, como decía el añorado comentarista Tititokokoki.

divendres, 7 d’agost del 2015

Carta abierta a Felipe VI- Ramón Cotarelo



















Estimado señor: en 1716, un antepasado suyo, Felipe V, abolió de un plumazo los derechos y libertades catalanas
 tras someter Barcelona mediante conquista militar. Trescientos años después quiere el destino que venga usted a impedir
 que los recuperen.
Acaba usted de espetar un discurso a un gobernante democrático, elegido por las urnas, como usted no lo ha sido, 
cuyo contenido esencial reside en recordar la necesidad de respeto al principio de supremacía de la ley, sin el cual, no es 
posible la sociedad civilizada.
¿Con qué autoridad dice usted eso a un presidente que, como él mismo señaló en una entrevista posterior, nunca se ha 
saltado la ley? Contestemos a esta fastidiosa pregunta.
Su autoridad personal en la materia que, a fuer de republicano, este blog no reconoce, es inexistente. Su poder viene 
directamente de la designación de un militar golpista, un delincuente perjuro que se alzó contra su gobierno y usted no 
ha tenido el coraje ni la gallardía de refrendarlo mediante una consulta a la ciudadanía, un referéndum en el que 
esta decida si quiere seguir con la monarquía o prefiere la República, el último régimen legítimo que hubo en España, 
pues el suyo no lo es.
Usted carece de autoridad pero se hace eco de la del gobierno español, ese sí, elegido por sufragio universal. Es este 
quien ha enviado a usted a Cataluña a recitar el catón elemental del Estado de derecho: el respeto a la ley, 
que a todos nos obliga, incluidos los gobernantes.
En términos abstractos esto es cierto. En términos concretos, aquí y ahora, en España, no solo no lo es, sino que es una
burla. El gobierno que exige a Mas el cumplimiento de la ley, la cambia a su antojo, unilateralmente, sin consenso 
alguno, valiéndose de su rodillo parlamentario cuando le conviene, de forma que esa ley ya no es una norma de razón 
universal, general y abstracta que atienda al bien común, sino un dictado de los caprichos del gobierno del PP que, como
sabe usted perfectamente, es el más corrupto, arbitrario e incompetente de la segunda restauración. Un solo ejemplo
lo aclara: el mismo día que el presidente de ese gobierno, un hombre sin crédito ni autoridad algunos, sospechoso de 
haber estado cobrando sobresueldos de procedencia dudosa durante años, denuncia que los soberanistas catalanes 
intentan "cambiar las reglas del juego" al desobedecer la ley, sus acólitos presentaban un proyecto de ley de reforma 
del sistema electoral español para cambiar las reglas de juego a tres meses de unas elecciones. Y nadie en España, ni 
un medio de comunicación, ni un publicista ha denunciado esta arbitrariedad, esta ley del embudo.
Ciertamente, los gobernantes dicen que, si a los catalanistas no les gusta la ley, pueden cambiarla, pero legalmente, 
como han hecho ellos. No tengo a usted por una lumbrera, pero imagino que no se le escapará la impúdica hipocresía
de este razonamiento pues los catalanes jamás serán mayoría en cuanto catalanes en España y, por tanto, no pueden 
materialmente cambiar la ley y están condenados a vivir bajo la que la mayoría les impone. Siempre. Por si no lo sabe 
usted, eso se llama "tiranía de la mayoría" y es tan odiosa como la de la minoría.
No, señor, el asunto ya no es de respeto a la ley. El asunto es de legitimidad, o sea mucho más profundo y antiguo. Pero, 
por no abusar de su paciencia, se lo expondré a usted en tres sencillos pasos a imitación de la triada dialéctica hegeliana 
que sirve para explicar la evolución de la realidad, pero también su involución.
Primero vino una guerra civil y cuarenta años de dictadura que forjaron una realidad española en la que se mezclaban 
los sueños de fanfarrias imperiales con los harapos de un país tercermundista, gobernado por los militares y los 
curas, como siempre. Fascismo, nacionalcatolicismo, centralismo, ignorancia, represión y robo sistemático. Fue la tesis.
Luego llegó la transición, la negación de la tesis, la antítesis. España se convertía en una democracia homologable con el 
resto de los europeas. Se negaba la dictadura. El Estado se descentralizaba y devolvía libertades a los territorios, se 
promulgaba una Constitución que consagraba la separación de la Iglesia y el Estado y propugnaba un Estado social 
y democrático de derecho. Y se acariciaba la ilusión de que era posible una continuidad normal del Estado, por encima de 
los avatares históricos.
Por último llegó la negación de la antítesis, la negación de la negación, la síntesis. Con el triunfo aplastante del PP en 2011, 
volvió el espíritu de la dictadura, el gobierno de los  curas (o de sus sectarios del Opus Dei), el nacionalcatolicismo. Se 
conservó la cáscara de la Constitución, pero se la vació de contenido con la ayuda del principal partido de la oposición, 
cómplice en esta involución y se procedió a recentralizar el país, atacando el régimen autonómico y burlando las 
expectativas catalanas, de forma que su estatuto carece de contenido. De nuevo con la ayuda del PSOE y la diligente 
colaboración de todas las instituciones del Estado. La que más se ha usado ha sido un Tribunal Constitucional carente de 
todo prestigio y autoridad moral por estar plagado de magistrados al servicio del gobierno o sectarios del Opus Dei, con su presidente a la cabeza, militante y cotizante del PP. 
Así están hoy las cosas en España, señor mío. Un gobierno de neofranquistas y nacionalcatólicos, empeñados en imponer
sus convicciones como ley de la colectividad, impregnado de corrupción, basado en un partido al que algún juez considera
una asociación de delincuentes. Un gobierno que ha provocado una involución sin precedentes, una quiebra social 
profunda (lea usted las estadísticas de pobreza, las de paro, las de productividad, las verdaderas, no las que fabrica 
esta manga de embusteros) y una quiebra territorial mucho más profunda, que él mismo reconoce de una gravedad 
extrema y de la que es el único responsable por su incompetencia, autoritarismo y corrupción.
¿Cree usted que ese gobierno tiene autoridad para hablar de la ley?  ¿La tiene usted?
No le extrañe que los catalanes quieran liberarse de esta tiranía personificada en estúpidos provocadores como ese 
que quiere "españolizar a los niños catalanes". Muchos otros, si pudiéramos, haríamos lo mismo. No quieren, no queremos, vivir otra vez el franquismo. 
Y usted, le guste o no, lo representa.