El mal nunca vence en el ecosistema neoliberal, como todo el mundo
sabe. Nos acabamos de enterar, con regocijo libertario, de que los ex
directores de las cajas gallegas empiezan a pagar muy caras sus
fechorías, sus estafas con las preferentes y los desahucios eutanásicos a
los que amablemente invitaron a sus clientes. A José Luis Méndez, ex director general de Caixa Galicia, están en trámites de arrebatarle el título de hijo predilecto de A Coruña. ¡Qué horror! Julio Fernández Gayoso,
su homólogo en Caixa Vigo, ha mandado a su hijo al ayuntamiento olívico
a devolver la medalla de la ciudad que le dieron en 1997 y le retiraron
este 26 de febrero por razones ignotas. ¡Qué el Señor pronto me lleve!
Fuentes cercanas a ambos personajes (o sea, el mismísimo diablo) han confirmado a Público
que los dos ex banqueros se encuentran desolados ante tan contundentes
represalias. Que las lágrimas anegan los ladrillos de billetes de 500
pavos que habitan sus almas y sus sótanos. Que viven sin vivir en sí y
mueren porque no mueren en cuanto tienen un momentito.
Uno es partidario, ante ciertas equívocas conductas financieras, de
condenas ejemplarizantes y suasorias. Pero yo creo que esta vez los
ayuntamientos de Vigo y A Coruña se han pasado. Quitarles lo de hijo
predilecto y la medallita es castigo excesivo y humanamente nada
sobrellevable. Que no son etarras los banqueros, coño. Que los
preferentistas y los desahuciados se asesinan ellos solos, no de un tiro
en la nuca. Que un timo se le escapa a cualquiera sin querer. Que una
cosa es ser muy poco honrado y otra que le arrebaten a uno las honras.
Los políticos españoles, con ese complejo de botarates que
inexplicablemente les entra cuando hablan entre sí, siempre han sido
dados a buscar el chivo expiatorio más débil cuando les atizan las
encuestas. Uno, que es el quinto hijo predilecto de su madre, comprende
el dolor candente que ha de sufrir en sus carnes el banquero Méndez, que
ya no es hijo predilecto de nada ni de nadie. ¿De qué te sirven los
millones si no eres ya hijo dilecto? ¿De qué las glorias pretéritas? ¿De
qué los palacetes y los fulgentes jaguares? ¿De qué las secretarias
rubias, los criados rumanos y los amables guardaespaldas rusos? ¿De qué?
Ahora vendrá, para más ignominia, el circo goyesco de los
preferentistas y los desahuciados celebrando por las calles, chusma
satisfecha y feliz, este varapalo crudelísimo y sanguinario contra
Méndez y Gayoso, que nadie sabe qué va a ser de ellos sin medallita. El
15-M y sus innumerables epígonos se disolverán una vez cumplida su labor
vengativa. Y los que vivieron por encima de sus posibilidades, ay, los
que vivieron por encima de sus posibilidades oficiarán aquelarres
montunos y salvajes en loor de la caída irrevocable de los dos
respetables banqueros. Ya lo dijo un húngaro, Sándor Marai: “Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos mismos han cometido”. Pues eso.
Y, mientras, estos dos ciudadanos, estos banqueros, estos Sacco y Vanzetti
de las finanzas españolas, habrán de retirarse a su Elba de las
inhóspitas Islas Caimán en busca del caribeño olvido. No se me ocurre
destierro más atroz.
Yo, como soy un tío civilizado, preferiría que en vez de arrebatarles
las medallitas y las hijuras predilectas, o como se diga, les hubieran
quitado el dinero ganado menos que más dignamente. Hubiera sido menos
doloroso para ellos. Méndez y Gayoso, de esta forma, no hubieran sufrido
tan injusto oprobio y no se sentirían atacados en su honra, que es lo
que más les importó siempre, muy por encima del dinero y el oropel, como
todo el Planeta Tierra reconoce. De honra viene honradez, y si te
privan de la una te arrebatan la otra. Nadie es ajeno al hecho de que
Méndez y Gayoso hubieran preferido perder la fortuna dineraria a las
medallitas, como ya ha quedado comprobado en este artículo. Pero este es
un país de enconos navajeros y sangre temeraria, y siempre nos pasamos a
la hora de la venganza y el diente por diente. Es nuestro Talión de Aquiles. Ya se sabe, Don Mendo y tal.
(Que la risa nunca empañe tu ira, compañero, compañera).